martes, 23 de diciembre de 2008

El año que viene lo importante es salir a flote
Podría empezar este texto diciendo "soy buzo". Sería una mentira importante, pero podría decirlo. La verdad verdadera es que tengo un carnet que dice que puedo bucear hasta los 18 metros (en Cataluña hasta 25 por temas legales, claro está que el mar es el mismo). En cualquier caso no quiero darle una importancia más allá de lo anecdótico a una tarjeta más en mi billetera, lo importante sin duda es lo increíblemente divertido que fue el proceso para obtenerla.
¿Cómo se nos ocurrió hacerlo? Trini recibió un mail con una oferta especial para el curso inicial de buceo deportivo y me lo renvió porque: 1) yo alguna vez le había comentado que me gustaría hacerlo y 2) tiene una memoria de elefante y se acordaba de esa vez.
Decidí hacerlo y para que fuera más divertido intenté enganchar a algún amigote para que se viniera. Terminamos siendo 6 (entre amigos y amigos de amigos). Cuando nos dimos cuenta estábamos metidos en una pileta practicando cosas que cuando te las cuentan suenan súper pro, como sacarte todo el equipo y ponértelo de nuevo... debajo del agua. La verdad es que se necesitan sólo dos clases para eso con lo cual muy difícil no debe ser, pero uno se siente un grande al hacerlo.

De esos primeros truquillos el que más me gustó es el de vaciar la máscara. Supongamos que estás a 10 o 20 metros de profundidad y te entra agua impidiéndote ver. ¿Qué hacés? ¿Se puede sacar el agua abajo del agua?. Yo pensaba que no. Pensaba: "regla de oro: que no te entre agua porque cagaste". Resulta que viene Pep, el instructor, y en dos clases me tira la teoría por la borda (acompáñese con sonido de chiste fácil). Conforme nos decía "con un par de sopliditos por la nariz presionando la parte de arriba de la máscara volvés a tenerla llena de aire", yo pensaba: cuántas cosas que hay por aprender.
Después de dos teorías y dos prácticas en piscina se suponía que estábamos listos para enfrentarnos a la naturaleza, a la mar, al otro 70% del planeta que no conocemos. A mí me parecía un poco pronto, pero decidí que si lo decía Pep sería verdad. Después de todo él era capaz de hacer cosas increíbles como vaciar una máscara debajo del agua.

Así fue como hace dos findes reservamos una pensión de mala muerte y nos fuimos sábado y domingo a completar el curso (examen incluido) los seis mosqueteros: Srdjan, Mrdzy, Albert, Jonathan, el gran Pepe y yo. Fueron cuatro inmersiones en las que aprendimos a ponernos las aletas (patas de rana) dentro del mar y muchos otros truquitos de este deporte maravilloso. Lo más difícil para mí fue sin duda compensar correctamente. Compensar consiste en taparte la nariz y soplar para que no te duelan los oídos, lo mismo que en un aterrizaje de avión. Y eso me costó un huevo las primeras 3 veces. Sin embargo en la última inmersión, la más profunda (el máximo fueron 21,6 metros) lo pude controlar casi sin problemas.

La sensación es difícil de explicar, pero lo voy a intentar: imaginate que tenés puesto un traje de 5 o 7 mm de espesor que te apreta mucho transformándote en una morcilla y te da calor. Además tenés colgada de la espalda una botella de acero que pesa un huevo y como si eso fuera poco... un cinturón con nueve kilos de plomo a la cintura. ¿A que estás pensando que eso debe ser re incómodo? Estás en lo cierto, amiguito... es tan confortable como una cama de clavos.
Ahora imaginate que los clavos se transforman en un colchón mullidito conforme te vas metiendo en el agua y ya nada pesa. Ahora todo ese bodoque humano con accesorios flota! Pero eso no es lo mejor... no señor. El sumum es cuando después de tocar fondo logramos "flotabilidad neutra", que en criollo significa "ni hundido ni a flote". Es como estar volando en el agua, como los pececitos que no se van para arriba ni para abajo. Cuesta bastante conseguir este estado siendo novato, pero al lograrlo todo cambia. Me temo que de manera irreversible.
FELISAMEMUERO PARA TODOS!

martes, 2 de diciembre de 2008

El mate sigue ganando adeptos
Hace exactamente dos años, un mes y un día escribí una pequeña reseña sobre mis intentos por difundir el mate. Hoy acabo de recibir un mail que sin duda es una prueba de que tarde o temprano, todo el planeta tierra se dará cuenta de cuál es la mejor infusión que pisa su faz.
Acá está el texto en inglés (para los más puristas) y a continuación su (bueno, mi) traducción al castellano:

how is life? I always wanted to send you the attached picture of my
bombilla and beginners yerba mate kit. I bought it right after I
returned and have been a happy mate drinker ever since. I am a
complete caffeine junky now as I drink both coffee and mate tea :)

¿Qué tal tu vida? Siempre tuve ganas de enviarte esta foto de mi bombilla y mi kit "yerba mate para principiantes". Lo compré apenas volví y desde ese momento he sido un feliz tomador de mate. Ahora soy un completo adicto a la cafeína, ya que tomo tanto café como mate.
La pregunta del millón es ¿quién es este tipo?. Bueno, es un chico alemán (sale en el video del paracaídas al principio, rubio de pelo largo ala izquierda de la pantalla) que conocí en Estados Unidos este verano. Él estudia en Londres y también estaba haciendo una pasantía o "internship" en el mismo lugar que yo.
Generalmente íbamos a almorzar juntos o a tomar un café a media tarde. Teníamos una relación cordial y de lo más normal hasta que un día me vió con el mate y cometió el error de hacer la pregunta de rigor: "¿Qué carajo es eso?".
Todo cambió desde aquel momento. Lo dejé de ver como un compañero de trabajo para considerarlo una más de mis potenciales víctimas en la cruzada de expandir los dominios materos a diestra y siniestra.
"Cocecharás tu siembra", nunca hay que olvidarse. Hoy es uno de esos grandes días. Hoy, en el momento menos esperado, recibí ese párrafo inocente junto con una foto donde se ve un mate de caña, una bombilla de boquilla dorada y un paquete de yerba escrito en inglés. Hoy, a las 10:31 hora Barcelona, el mate se hace con otra víctima y yo me regocijo en mi rol de agente transmisor.

martes, 28 de octubre de 2008

Parientes cercanos
Es muy difícil describir ciertas cosas relacionadas al parentesco. Por una parte, está muy clara la relación que tenemos con la tía Cristina porque es alguien a quien de vez en cuando ves, le contás tu vida... te cuenta la de ella y así vas regando la plantita. Por otro lado... ¿qué pasa cuando te encontrás con un pariente del que casi no te acordás porque la última vez que lo viste tenías 5 años? ¿Existe todavía un lazo? A los efectos prácticos... ¿es todavía un pariente o el tiempo hizo prescribir ese título y ahora es poco más que un desconocido?
Todas esas dudas me rebotaban en la cabeza (del lado de adentro) cuando me bajé del tren en Newark y llamé por teléfono a mi tío Marcelo, que hace ya casi veinte años cuando se acuesta ve por la ventana las luces de Nueva York.
Nos reconocimos gracias a las fotos que habíamos intercambiado por internet últimamente y nomás subirme al coche ya estábamos camino a una fiesta argentina charlando como si no nos viéramos hace un par de años, a lo sumo. Al llegar conocí a su esposa Nancy y a sus hijos Sofía y Alex, con los cuales terminaría, al cabo de pocos días, sintiéndome dulcemente vinculado.
Alex no sólo le cedió por una semana su habitación a una persona que él no había visto en su vida. Nancy no sólo trató a ese mismo como si fuera más que un sobrino: una mezcla entre amigo e hijo... incluso le cocinó. Sofía no sólo terminó dándole besos con una sonrisa e intentando aplicarse para hacer la tarea. Marcelo no sólo se pidió todos los días en el trabajo para acompañarlo adonde él quisiese. No. No fue sólo eso. Además, todos lo trataron como si lo conocieran desde siempre. Todos le brindaron cariño, compañía y confianza... porque sí.
Me fui quedándome en deuda con esta familia parte de mi familia, esperando alguna vez tener la oportunidad de devolverles esto de alguna forma.
Independientemente de la sangre... no todo el mundo tiene la capacidad de hacerte sentir así de bien.
Gracias, de verdad.

jueves, 9 de octubre de 2008

En negrita.
Me levanto con una sonrisa, y me voy a trabajar archi feliz. Vuelvo más contento que perro con dos colas para pasar una tarde en mi casa o dando vueltas por ahí riéndome a carcajadas. A la noche ceno en casa o como afuera... no importa. Eso si: siempre con la sonrisa instaurada y la carcajada a mano. Despues me voy a dormir y me siento en lo más alto del mundo.
Los fines de semana siempre hay un plan, y siempre termina saliendo mejor de lo que imaginaba. A veces es ir a una ciudad desconocida, o a ver un poco de naturaleza. Hay un denominador común: lo hago con ilusión y me siento afortunado de que vaya a quedar guardado como un recuerdo compartido.

Hey, vos... muchas gracias por escribir en mi día a día cosas en negrita durante esas dos semanas ;)

domingo, 24 de agosto de 2008

Dos mentiras a mi familia


*** INTRODUCCIÓN ***
Cuando era chico practiqué todos los deportes que existían en Puerto Deseado. Mis comienzos fueron con el básquet, pero siempre fui un jugador mediocre. Al tiempo me pasé al kung fu hasta protagonizar un par de hechos violentos que me asustaron hasta el pundo de retirarme con 13 años (eso y el viaje a Chile: diez horas en un colectivo para que me peguen cinco patadas y quedarme afuera del torneo en menos de 45 segundos). Fui también a dos clases de fútbol. Practiqué volley y hasta llegué a disputar un torneo en San Julián: perdimos porque saqué mal el último punto del tie-break. Ya adolescente, tuve un paso fugaz por la natación: mi mayor logro fue un torneo local que ganó Marcelo, uno de mis mejores amigos y compañero de entrenamiento.
Mis viejos no me obligaban a hacer deporte. Era decisión mía. Ellos no me decían en cuál anotarme ni cuál dejar. En casa sólamente existía una regla respecto de ese tema: kayak no.
La negativa estaba fundada en que al poco tiempo de mudarnos al lugar, varias personas murieron ahogadas en cuestión de unos pocos meses. Una de ellas estaba intentando cruzar la Ría en kayak. Es muy probable que yo hubiera hecho lo mismo con mis hijos ante una situación similar, pero eso no lo podemos entender a cierta edad y en ciertas circunstancias.
Para colmo, la escuela municipal combinaba (y probablemente siga combinando) la enseñanza de técnicas de remo con paseos por diferentes rincones de la Ría Deseado, para que los alumnos (todos niños y adolescentes) pudieran disfrutar de una fauna marina que impresiona a cualquiera, independientemente de lo que haya visto en su vida. Cormoranes, pingüinos, lobos marinos, toninas overas y otro montón de bichos que son hermosos de ver en su hábitat natural conviven pacíficamente en este rincón de la Patagonia Argentina.
Se entiende, ¿no? Dos razones para practicar kayak: los animales y la prohibición.
Aunque estaba decidido a hacerlo cueste lo que cueste, para inscribirme necesitaba una autorización de mis padres que no iba a conseguir. Así entonces decidí posponerlo hasta que s presentara una buena ocasión. Finalmente llegó cuando yo era adolescente. Me hice amigo de unos chicos que tenían su propio kayak.
Al principio andaba por aguas muy tranquilas y poco a poco me fui largando a explorar cosas más lejanas e interesantes. Un día llegó el desafío final: cruzar la Ría. El que me lo propuso dominaba mucho el tema así que me sentí seguro y acepté.
Salimos temprano. Sólo recuerdo dos cosas de todo lo que llevaba: el salvavidas y el miedo :). A mitad de camino, cuando las olas eran de más de un metro y mis brazos estaban destruídos, me acordé de mis viejos. Ese fue el primer momento en el que pensé que tal vez tenían razón. Pero ya era tarde para pegar la vuelta: faltaba lo mismo para una orilla que para la otra. Así que seguí remando y llegué con la lengua afuera.
Nenes de 12 años cruzan la ría y hasta ha habido gente que lo hizo nadando. Sin embargo para mí, un kayakista furtivo, era un logro increíble. La recompensa fue inmejorable: del otro lado pude, por primera vez, ver un nido de pingüino habitado por la familia completa, pareja y pichoncito.
No me acuerdo qué hice cuando volví a mi casa, pero tengo perfectamente claro qué cosa NO hice.
Nunca, hasta el día de hoy, les había confesado a mis viejos esta aventura que en perspectiva puede parecer trivial pero que en su momento me hizo latir el corazón a velocidades desconocidas para mí. Al principio, no lo declaré para no preocuparlos, más adelante me lo callé sin razón lógica.



*** NUDO ***
Toda esta introducción es para justificar la SEGUNDA mentira. Ayer cuando mi vieja me preguntó qué planes tenía para el fin de semana, le dije que todavía no lo tenía claro.
Viejos, abu y Mariana: pido perdón pero prefiero que se enteren ahora, que viví para contarlo:



*** DESENLACE ***





domingo, 17 de agosto de 2008

Un sábado cualquiera
Un sábado cualquiera te levantás y saludás a la estadounidense que vive con vos. Llamás a tu novia española para decirle buenas noches y rechazás la invitación de un argentino para tomar algo en un bar de San José. No podés ir con él porque dentro de una hora estás sentado en el tercer vagón de un tren a San Francisco para encontrarte, tres paradas después de subirte, con un tunecino que conociste en el mismo tren, en sentido contrario.
Cuando llegan a la ciudad, le preguntás a un americano cómo ir a la dirección que tenés anotada en un papelito. De camino escuchás a alguien en bicicleta cantar en español. Saluda a un comerciante sin duda "hispanic" y automáticamente le hacés una pregunta de una sola palabra. "Cuba?". Te responde que sí, y se presenta como rumbero y percusionista. Cinco minutos más tarde entrás a una tienda de productos latinos. Preguntás si tienen yerba y aclarás, como si hiciera falta, que sos argentino. Te responden, en un colombiano perfecto, que en el segundo pasillo a la derecha. Tu amigo africano antes de que le puedas explicar de qué se trata se compró un mate, una bombilla y un paquete de Taragüí. Mientras terminan de pagar le explicás cómo prepararlo, cómo tomarlo y le respondés que sí, que es legal. Llegan a una pizzería y mientras te preparan una grande de jamón le pedís al vietnamita que te acaba de cobrar que te deje pasar al baño. El lugar es tan chico que tenés que cruzar la cocina, donde los pizzeros hablan español. Son guatemaltecos y después de hacerte unos comentarios de la semifinal Argentina-Brasil, te aclaran que ellos también dicen "vos" y no "tú". Pizza adentro y a caminar. Llegan a Castro, el barrio gay y tu amigo propone sentir la cultura estadounidense en un Starbucks. Al terminar el café, uno de la mesa de al lado te dice, en frente de su novio caucásico, que tenés un "beautiful hair". Te vas con tu amigo a paso redoblado y le preguntan a alguien cómo ir al barrio chino. Responde en italiano al tiempo que a tu lado pasa una pareja de franceses y tu amigo, el tunecino, recuerda sus cuatro años de universidad en París. En cinco minutos están perdidos de nuevo. Le preguntan a un grupo de asiático-americanas que señalan un túnel. Del otro lado desaparecen, casi, los carteles con letras de tu alfabeto. Todo está escrito en un oriental indiscernible. Él y vos atraviesan pescaderías, restaurantes y una iglesia que anuncia misas en mandarín, inglés y cantonés. De repente el paisaje cambia. Ves a dos sordomudos hablando con señas. Te equivocás: escuchan perfectamente además gritan... en italiano. Después del gelato en "Little Italy", un afroamericano te pide un dólar, y ante tu negativa te pone una mano en el vientre al tiempo que te dice "you are so sexy". Vas al Golden Gate pensando en suicidarte, pero decidís volver porque tu amigo prefiere bar a morgue. Encuentran uno que pinta bien y entran. Además de estadounidenses, hay australianos y escoceses alrededor de un irlandés que canta y toca el piano. Tiene la manía de preguntarle a todo el mundo, entre canción y canción, de dónde vienen.
¿Acaso eso le importa a alguien? Te preguntás, compartiendo el vagón con un grupo de indios.

lunes, 4 de agosto de 2008

Pequeños destellos de la vida Californiana
El Silicon Valley es aburrido. Puede ser que sean demasiados geeks todos juntos o una manga de adictos al trabajo... la explicación científica exacta no la sé, pero es aburrido.
Para los que (al igual que yo antes de venir) no se ubican geográficamente, el Silicon Valley queda al sur de la Bahía de San Francisco. La ciudad más grande es en la cual yo vivo: San José. Es un canto a la vida con su millón de habitantes y el centro apenas más grande que el de Deseado. Suerte que para contrarrestar está San Francisco que no admite quejas: hay cosas para hacer, visitar, tiene un centro interesante, un barrio chino, uno japonés y uno italiano.
Sin embargo, señores, quiero en este momento agregarle una etnia más a esa ciudad... porque oculto en una esquina casi anónima se encuentra lo que yo desde ahora bautizo EL BAR MÁS ARGENTINO (y uruguayo, y paraguayo y sudbrasilero) DEL MUNDO.
Encontrarán curioso que lo llame de esta manera cuando les diga que el único argentino presente era yo. O que no había ni bandera ni música ni siquiera un partido de fútbol en la tele. No señor. Sin embargo en ese bar había algo tan pero tan argentino que en Argentina no se consigue porque sería demasiado.
Como dirían en España... "para muestra un botón":

Sé que es difícil sacarle los ojos de encima al loco de la guerra ese que se parece a Brad Pitt y saluda como Ronaldinho. Pero una vez superado el shock, podemos ver que una de las seis birras ofrecidas en el lugar era de YERBA MATE. Obviamente que después de explicarle al personaje este que el mate y yo somos congéneres, me pedí una... mirá si me la iba a perder!
Como verán, lo único verde es el dólar. En cuanto al gusto... jodido. Hecho birra, hasta a mí se me complica, que mateo hace muchos años. El mate es amargo que da miedo de por sí, así que imaginate hecho "matecerveza". La única comparación que encuentro sólo la van a poder entender los más osados: todos, los valientes y los cobardes, alguna vez nos dimos cuenta de que un carozo de durazno es pariente de una almendra. Sólo los más aventureros tuvimos los huevos de abrir uno con un martillo y comernos la pepita que hay adentro. Bueno, EXACTAMENTE ASÍ es la birromate.
Me la tomé con el orgullo patrio que la situación ameritaba, pero me faltó nacionalismo para pedirme otra. Era asquerosa, pobrecita.
Poné la pava, che.