jueves, 18 de marzo de 2010

El problema de ser hombre y el que lleva los pantalones

Hay cosas que uno dice sin tapujos porque le parecen lo más común del mundo. El problema es que a veces lo que para una persona es normal, para otro puede ser una verdadera barbaridad.
Hace unos cuantos meses estábamos en Barcelona con un amigo charlando de bueyes perdidos. No sé cómo salió el tema (la conversación debe haber rumbeado para el lado de la indumentaria), pero en un momento me soltó una frase que se me quedó grabada a fuego.

-Como en invierno -dijo- que uno nunca lava los pantalones.

Me quedé un poco atónito, sin estar del todo seguro de que lo había entendido bien. Cuando me confirmó que se refería a que no lavaba sus pantalones en todo el invierno, me dí cuenta que estaba frente a una de estas frases memorables.
Hay que reconocer que la norma no es usarlos una vez y lavarlos, como suele ser el caso con las remeras. Habrá quien lo haga, pero yo (y otros amigos consultados) en general tiendo a estirarlo un poquito y nunca lavo un vaquero antes del tercer uso. Sin embargo entre eso y pasar todo el invierno hay un trecho. A vos te lo digo, amiguín.
El lector perspicaz se estará preguntando por qué traigo a colación este tema tanto tiempo despues. La respuesta, señor lector perspicaz, está en Australia. Este país me ha abierto los ojos en varios aspectos (sobre todo para mirar a mi alrededor en busca de serpientes). Y uno de ellos está relacionado con no lavar los pantalones durante un largo tiempo.
En las antípodas recién ahora está terminando el verano y recién ahora uno puede animarse a calzarse unos pantalones largos. Paradójicamente, lo que prueba mi teoría son los cortos. Me he pasado los últimos meses usando cortos para todo excepto trabajar. Pertenezco a ese 99% de los seres humanos macho (y de ahí el título de este post) que tiene la costumbre, de hacer pis parado (si hay algún español en la sala, cuando digo parado me refiero a de pie y no a detenido).
¿Ya empezamos a atar cabos, no? Digo el 99% y no el 100% porque tengo un amigo (otro) al que la mamá lo obligaba a hacer pis sentado justamente por estas cuestiones. A esta altura todos los lectores varones saben de lo que hablo. Las chicas (o al menos las que no han vivido nunca con chicos) probablemente no, y no se las puede culpar. Querida chica: no importa el tamaño, la puntería o lo encantador que pueda llegar a ser el hombre de tus sueños. No importa que sea limpito o que él no sea de esos. Lamento con toda mi alma romperte la ilusión pero alguien te lo tenía que decir: cuando mea, el chorro salpica.
Si alguna mujer a esta altura no me cree, la invito a que vaya a la cocina, llene un vaso con agua, y lo tire desde una altura de un metro al inodoro.
Dale... andá que te espero.
¿Ya volviste? ¿Y? No es lo que uno definiría como impecable, ¿no?.
No se me aburran que ya termino. Sabemos que una consecuencia de ser macho humano es la salpicada (siempre salpica, pero uno se entera más si usa cortos, de ahí que hable de esto en Australia). Ahora los invito a todos ustedes a reflexionar sobre los pantalones de mi amigo, que acaban de pasar tres meses sin verle el pelo a un lavarropas. A mí me da un poco de cosa, la verdad.

Bueno, voy terminando que de tanto hablar del tema y tomando tanto mate, ya se imaginarán adónde necesito ir.

Un abrazo.

PD: ¿No es paradójico que la zona crítica no sea la bragueta sino una inocente franja de treinta centímetros a la altura de las rodillas? (lo de más abajo se salva porque lo protege el inodoro).