miércoles, 13 de febrero de 2008

Bonus tracks!
Volviendo a Barcelona, entre aeropuertos y aviones me dispongo a escribir este resumen de mis vacaciones en mi patria madre.
Hubieron muchos puntos muy altos, muchos momentos buenos. Sin duda uno es la "mega fiesta" que me organizó mi familia, que ya es casi un clásico y que disfrutamos como locos!!! Además volví a convivir con Mamá, Papá, Mariana y la Abuela, aprendí un poco sobre la cría de conejos gracias a mi amigo Gatto que ve en los gazapos el futuro, estuve para el cumple de mis dos viejos, hablé con mi hermana sobre estudiar en la universidad, salí por primera vez a tomar algo con mi abuela a solas, fui a pescar con mi viejo, hablé mucho con mi mamá, hicimos varios asados en varios lugares, me reencontré con mucha gente que quiero y que me quiere... en fin, un mar de cosas buenas que siempre quedan en la memoria.
Como si fuera poca toda esta alegría, hubieron tres cosas totalmente inesperadas que me regalaron 3 momentos espectaculares tipo "bonus track". El primero en aparecer (y el último, en concretarse) fue el viaje al Chaltén. Un día aparecen Renzo y el Oso en mi casa y me preguntan qué voy a hacer el finde. Como tenía pensado ir a ver amigos a Comodoro, explico que voy a ir ahí y me dicen "¿Y si nos vamos al Chaltén?". Acepto gustoso y al otro día ya pagamos el alojamiento. De manera inesperada Ren tiene un problema familiar y tenemos que suspender el viaje. Ante la duda, postergamos la reserva en el hotel una semana y esperamos.
Mientras tanto, yo ya me había ido a Comodoro a ver amigos. Tras comentarle este problemita a Esteban mientras compartíamos una Quilmes Stout, él me cuentaque su vieja estaba alquilando una cabaña en el bolsón y que había lugar, así que ahí nomás acepto la oferta y sumamos a Mariano. Los tres un fin de semana al Bolsón (Esteban... ¿las fotos para cuándo?). Salimos el viernes a las 4 de la tarde y llegamos a las 3 de la madrugada. Hubieron mil momentos para recordar como una nube de mosquitos de 15 KM de diámetro, una tarde en la fábrica de cerveza artesanal (¿no es contradictorio que si es artesanal tenga una fábrica?), una dueña del hostal (la segunda noche no había lugar en la cabaña) que decía "yo soy norteamericana pero eso ya fue" o "eso está lleno de hippies" cuando ella vivía en una granja con paredes de botellas, haciendo cerveza artesanal, toda desgarbada y con pelos largos!!!
Decía que hubieron mil momentos que quedan en el recuerdo (si no nombro alguno, la seguimos en los comments con ayuda de Mariam y Esteban) pero me quiero quedar con uno: la subida al Piltriquitrón, el cerro más alto del lugar. No es de tan fácil ascenso porque es empinado y largo pero tampoco es para andinistas. Tuvimos que dejar a la abuela de Esteban en el camino así que subimos Esteban, Margarita (la mamá), Mariam y yo.
Está clarísimo que nos costó un Perú, pero tuvo su recompensa. Antes de llegar al "refugio", el último punto de civilización a 1500 metros de altura que consiste en una cabaña con una parejita que vende cerveza artesanal y torta casera, encontramos el Bosque Tallado . Según parece es un bosque que se incendió y los artesanos tallaron los árboles secos con diferentes formas. Realmente está muy bueno y algunas esculturas parecen de película. Seguimos subiendo y mientras compartíamos una cerveza artesanal en el refugio vemos volar cóndores. No como se suelen ver, un pájaro en el cielo que podría ser confundido con un aguilucho. No señor... bien de cerca. En ese momento sentí que se estaba coronando la situación. Ya no importaba el cansancio del ascenso ni el gusto horrible de esa cerveza. Estábamos a 1500 metros de altura viendo cóndores y compartiendo con amigos ¿puede ser mejor?
Volvimos del Bolsón pasando por el parque nacional Los Alerces que tiene unos paisajes imposibles y tomando (tanto o más que a la ida) tereré, que es mate frío con jugo de limón o pomelo. En total fueron unos 1800 kilómetros manejados en su mayoría por Esteban, siendo yo piloto suplente para ciertos momentos (como cuando "enganchamos una liebre").
Otro punto inesperado fue lo del casamiento de Pauli y Jorge: la noche anterior al gran día, yo estaba en la casa de los padres de Renzo charlando de cosas de la vida cuando me suena el teléfono y Jorge me pregunta si quiero ser testigo porque el "titular" había tenido un problemita de salud y no llegaría. Acepto y ni bien corto el teléfono me empiezo a preocupar porque ya no iba a ser un invitado más, ahora iba a ser EL TESTIGO (trucho, como me bautizaron, pero testigo al fin). Sobre la marcha cambié la vestimenta para el civil. En lugar de jean y camisa clavé traje y corbata para estar a la altura. Firmamos el libro y a la noche estamos de fiesta. Una fiesta hermosa que duró hasta las mil quinientas. Habíamos quedado con Renzo que él pasaba tipo 5:30 por mi casa pero a esa hora yo seguía bailando (y Gastón, que pasaba música en la fiesta seguia trabajando) así que dos tripulantes del viaje a Chaltén estábamos atrasados.
No sé si esto lo leerán Pau o Jorge alguna vez, pero tengo unos 4 o 5 granos de arroz que voy a conservar durante unos años y un cierto día se los voy a dar como una grata sorpresa. No importa que lo escriba acá, porque se van a terminar olvidando de esto y se van a sorprender cuando los reciban de cualquier manera :P
Terminado el casorio fui para casa a cambiarme y agarrar la mochila que (como en los programas de cocina) ya tenía previamente preparada. Llegan en la camioneta Ren (al volante), el Oso (adelante) y atrás Gastón y el Negro Raúl. Mi viejo (que se había levantado a esa hora de la madrugada para desearnos buena suerte) nos dice que vayamos con cuidado y que lo pasemos bien. Y arrancamos.
De este viaje también me quedan mil momentos lindos como el quilombo que armamos en el hostal tocando y cantando chacareras y tangos de la mano del Oso y Raúl, o como cuando uno dijo "Oso, vos te tirás pedos contorsionistas" y como todo el mundo puso cara de no entender, dijo "porque parece una banda tocando"... aaaaahhhhh!!! concertista!!! jajajaja.
También puedo tomarme el atrevimiento de elejir un momento de este viaje. Para mí EL momento fue el día del glaciar Huemul. Llegamos al Lago del Desierto, a 37 km de Chaltén y sólo había un puesto de choripán regenteado, cómo no, por un cordobés. El lago es maravilloso, increíble... es una postal de sol a sol. Le preguntamos al choripanero qué tal la subida al Huemul y dice que los últimos 80 metro son jodidos pero que el resto es fácil. Imagínense cómo sería que pensamos "estos son los últimos 80 metros" unas 4 veces. LLegar arriba fue impactante. Un glaciar derritiéndose y formando una laguna a sus pies que por el otro lado rebalsaba y se transformaba en un río. No había casi nadie. Comernos un sánguche ahí, tomando agua del deshielo es el momento que elijo. De nuevo, lo elijo porque se suavizaban todas las desventajas: no importaban las moscas ni el sol quemándote el doble. Estábamos ahí, frente a un glaciar para nosotros solos, charlando, comiendo y riéndonos.
En fin... un viaje espectacular con tres frutillas en la torta que quedan en mi memoria.
GRACIAS!