lunes, 20 de agosto de 2007

Portland, Oregon

A ver… repasemos esta aventura de pies a cabeza (si algo está en negrita es porque tiene foto acompañando):

Este viaje consta de dos partes casi tan distantes que parece que hubiese ido a dos lugares diferentes. La parte uno es la que todo el mundo espera, detallada a continuación.

Tomo el vuelo tempranito la mañana del domingo. Barcelona-Frankfurt-Portland. Salgo a las 9 de la mañana, viajo 13 horas y llego a las 12 del mediodía a USA Es lógico, mi papá me lo enseñó con alguna fruta ya hace muuuucho tiempo pero no deja de sorprenderme.

Llego al Hilton de Porland, hago el famoso check-in y tomo un ascensor que en 23 segundos (cronometrado) me lleva desde la planta baja a mi habitación en el piso 22. La cama de cuatro plazas y medial, adentro del placard había hasta una plancha y mil mariconadas del estilo. Es más, creo que nunca poseí tantos productos para la higiene personal como esta vez: en el baño había enjuague bucal (no), shampoo (si), acondicionador (no), gel de baño (no), jabón (bueno, si), gorro de baño (por favor, mariconadas no) y vaso para lavarse los dientes (claro que no!, un verdadero macho hace huequito con la mano y caza al vuelo lo que puede del chorro).

Tras inspección a la habitación me dispongo a dar un vueltón por la ciudad. Pregunto a uno de los cincuenta mil conserjes dónde se puede ir un domingo y me dice que vaya al “Saturday market”. Voy, incrédulo, creyendo que me estaba timando el pelo pero cuando llego resulta que era verdad nomás. En realidad se llamaba “Saturday market, also open on Sunday”. Era lo que uno en criollo llamaría “feria de artesanos anexo comida”. No compré nada porque me parecía un mal comienzo arrancar el viaje gastando en chucherías del estilo “anillos de titanio” o “peine para perros”.

A la nochecita era la recepción a la conferencia. Te daban la documentación, el programa de actividades, comida y sorteaban un IPod. ¿A que no saben quién se ganó el IPod? Otro, no yo. Obvio.

Bueno, tras un rato de charlas nerds con la gente por ahí decidí irme a dormir porque esto del jet lag, los planetas girando y la diferencia horaria hace que a las 9 de la noche te sientas como si hubieses trasnochado (lógico, porque es lo que técnicamente hiciste).

Sobre la conferencia no voy a hablar mucho, en primer lugar para no aburrir y en segundo lugar para no aburrirme. Realmente no estuvo demasiado interesante porque no tenía demasiado que ver con mi tema. Explico: yo fui a presentar un artículo en un workshop, que es una sesión de artículos sobre un determinado tema que como generalmente dura un día, se organiza en conjunto con alguna conferencia supuestamente del estilo del workshop. Esta vez no fue el caso, parece J

Ya el jueves (que los cumpla feliz mi hermanucha) me empecé a poner más nervioso porque era el día de mi presentación. Recordemos, la primera vez que presento algo en otro idioma que no sea el mío, en un país que no es el mío, conociendo a una sola persona en una audiencia de 50 tipos entre los cuales estaban todos los autores de los libros y artículos más importantes del tema. Tomo aire, luz, cámara, acción y arranco “Hello everybody, I’m Cristian Perfumo… bla bla bla”.

Podría haber sido peor. Incluso después de la charla, un par al cruzarme en algún break me dijeron “Nice talk”, así que creo que para un debut en primera no estuvo mal.

Relaciones humanas durante la conferencia: varios estadounidenses, iraníes y un canadiense que estudian en USA, un vasco que trabaja en Manchester, una alemana en Londres, y así una lista infinita de gente que trabaja/estudia en lugares que no son originalmente su casa. Muy interesantes todos, muy lindo haber conocido a cada uno.

El jueves, cuando el workshop terminó fuimos a comer con la gente que había asistido y después a tomar una birra. Resulta que en un momento me pongo a analizar la situación y me dos cuenta que estoy sentado al lado del profesor que hace 15 años atrás creó todo el tema en el que estoy investigando Sé que es un comentario geek, pero es como para un pibe que juega al fútbol en la canchita de la escuela 5 tomarse una birra con Maradona una noche. ¿Se entiende? (Nota de la redacción: quizás el comentario anterior haya sido un poco exagerado para darle más color al relato y no sea tan divertido birrear con esta gente como con tus amigos de la canchita de la escuela 5).

Para explicar cómo sigue toda la historia (es decir, la segunda parte) me tengo que remontar varios meses atrás cuando todavía Paula (Casero, no Barreiro) estaba acá. Un día me presentó a una amiga de Perú y a su novio de Seattle (muy cerca de Portland). Para esa época yo recién estaba empezando a trabajar en el artículo que presenté y le dije al muchacho “existe una remota posibilidad de que vaya por tus pagos” a lo cual respondió, sin pensar un segundo, lo que todos ante algo que uno cree que nunca se hará realidad: “uhh! Buenísimo, avisame y me venís a visitar, etc, etc, etc”.

Cuando me enteré que el paper estaba aceptado, mi jefe me dijo “hay que hacer la visa, sacar el pasaje, reservar hotel, etc., lo más rápido posible”. Entonces le mando un mail a este chico (llamado Chris) diciéndole que iba para allá nomás. Al otro día tuve que hacer la reserva del hotel y le digo a la chica encargada de eso “los últimos dos días no reserves el hotel porque me voy a lo de un amigo”. Dos errores grandes: uno decir que te vas cuando no lo sabés, y dos el rótulo que le puse a este buen muchacho tras haberlo visto una vez en mi vida.

En fin, semanas más tarde me entero que el increíble está en Lima, Perú, con su novia y me doy cuenta que ya no me queda a tres horas como Seattle. Pienso alternativas y me rehúso a pagar de mi bolsillo el monto (tres cifras) que vale una noche en el Hilton.

Una vez en Portland, decido ir en búsqueda de una opción que se ajuste mejor a mi perfil (de rata humana, básicamente). No encontré pensiones de mala muerte compartiendo habitación por 20 dólares la noche, no encontré hoteles de mala muerte con habitaciones individuales por 50 dólares la noche, no nada de mala muerte que no estuviese lleno.

Comienza la fase de desesperación donde uno ya no se toma las cosas con clama porque hace el cálculo de cuánta guita se te va a ir en las dos siguientes noches en una habitación en el Hilton cuando estarías igual a gusto durmiendo en el sofá del Lobby.

Lobby, sofá,… CHAN! Ahí es cuando se me prende la lamparita y me acuerdo que alguien me había hablado de CouchSurfing (Surfeando en sofás), un sitio de Internet donde básicamente uno se suscribe ofreciendo su sofá para la gente que pueda estar de paso por tu ciudad y solicita ayuda cuando está de viaje. Me doy de alta rápidamente y busco, Portland, Oregon. Resultado: más de 100 personas y digo “una me tiene que dar una mano, alguien con corazón quedará en este planeta!” Entonces le escribo a varios. Digamos unos 20. Algunos no respondieron, otros dijeron que no y dos me dijeron que sí. Obviamente mi estado de urgencia hace que para cuando el segundo positivo había llegado yo ya tenía hasta una reunión concertada con el primero.

Nos encontramos con Devidas por primera vez el martes en el lobby y fuimos a un Starbucks (como un McDonalds pero de café). Originalmente de la India, 36 años, divorciado, Devidas parecía un pible piola que casualmente trabaja en informática así que tuvimos bastante tema de conversación para romper el hielo.

Me dijo que era socio de esta web hacía varios meses y que había alojado ya a varias personas. Ah! Para que no crean que soy un inconsciente que se mete en la casa de cualquier potencial asesino serial, la web tiene una sección de comentarios donde el huésped y el anfitrión comentan cada uno por su lado sobre la experiencia. Este chico tenía excelentes comentarios (Ahora sí no es peligroso diría Sebacar).

Me contó que hace 15 años vive en Portland, un poco sobre su laburo, su vida, en fin, la primera impresión, un tipo OK, piola, buena onda. Quedamos para el día siguiente a la misma hora y nos llevó a mí y a Bob (Canadá) a un bar donde hacen su propia cerveza y unas pizzas espectaculares a pesar de que el no bebe alcohol y es vegetariano, algo que le viene de familia.

En fin, el viernes a las 10 de la mañana estaba subido a su auto yendo para su casa que, para ponerle un poco más de terror al asunto, quedaba en las afueras de la ciudad, cruzando todo el bosque (literalmente, un bosque).

Cuando llegamos a su casa, al ver a una mujer con una vestimenta poco occidental y un tercer ojo rojo pegado en la frente me acordé que me había dicho que sus padres estaban de visita durante un par de meses. Gente increíblemente amable, conversadora (caso todo el mundo en la India habla inglés), de diez.

Me recibieron con un almuerzo típico y me dijeron que no le habían puesto tanto picante como de costumbre por mí. Otra vez cometo el error de hablar sin saber y digo: “por mí no se preocupen”. Gravísimo y craso error porque la versión light era lo más pulenta que pude haber probado en esta y otras vidas. Nada que un vaso de agua por bocado no solucione.

Aprendí muchas cosas con esta gente, como por ejemplo cómo comer sin cubiertos sin hacer un verdadero enchastre, o los diferentes tipos de té para los diferentes momentos del día y otras cosas más que interesantes para un pibe de barrio como yo.

La casa era enorme con pocos muebles, rastro evidente quizás de un divorcio. La mayoría de las habitaciones estaban completamente vacías y la que me tocó a mí no hubiera sido la excepción si no fuera por el colchón inflable en el cual dormiría.

Dejo mis cosas y vuelvo con Devidas a la ciudad porque él tenía que laburar un poco más. Camino, pase y me pregunto qué carajo hago acá y así, pero sonrío porque me gusta.

Me compré cuatro libros en una librería gigante de nuevos y usados. Los dos más interesantes son uno de trucos de magia y uno que se llama “in Patagonia” que habla del viaje de un estadounidense a nuestra tierra hace treinta años. Lo compré porque al abrirlo veo la palabra “Cholila” rodeada de todo el resto en inglés y digo “cómo no”.

Ya de vuelta con Davidas tipo 5 de la tarde me propone ir a unas cascadas que había afuera de la ciudad y acepto. De nuevo, en el medio del bosque con un perfecto desconocido y pienso “soy un quemado, y me gusta ser así”. Los lugares a los que me llevó IM-PRE.SIO-NAN-TES, unas cascaditas perdidas en el medio del bosque con casi nadie alrededor. Realmente impagable, aunque otro miedito aparece cuando pienso “ahora este me empuja del precipicio y acá me encuentran para navidad”. Tengo que decir que cada vez me iba relajando más porque el tipo era completamente normal y no tenía absolutamente nada que me hiciera sospechar, es simplemente la idea.

Volvimos, comimos y a dormir. Dormí bien aunque debo confesar que puse la mochila contra la puerta para escucharla caer si alguien intentaba abrirla durante la noche. Realmente paranoico, lo sé, pero en ese momento se me ocurrió que era brillante.

Al otro día (sábado) fuimos a un vivero a “intercambiar unas plantas” con Devidas y los padres. Creo que en mi relato me olvidé de decir que el tipo tiene un patio trasero increíble, con una cascadita artificial y que es fanático de la jardinería. Para darle un tono más increíble a todo basta considerar que a su patio van CIERVOS. O sea, la parte de atrás está abierta y los ciervos andan por ahí, entonces vos estás comiendo o lavando los platos y mirás por la ventana y aparece Bambi con la madre. En ese momento yo digo “en qué planeta estoy?”.

A la tarde fuimos a la costa (unas dos horas en auto) y el tiempo no acompañó demasiado pero igual le hicimos el aguante a una caminata por la playa con él y los viejos para amortizar el tiempo viajado. A la vuelta unos tallarines y al sobre.

Hoy (ah!, no les conté que esto lo estoy escribiendo en el avión y es por eso que se me hizo tan largo) me levanté y después de un desayuno hindú, me llevó al aeropuerto y me regaló un pañuelo que había traído de la India para colgar en la pared. Los padres me dijeron que si alguna vez “paso” por Bombay los vaya a visitar.

En fin, este genio de Devidas realmente se pasó con su amabilidad y se lo quiero agradecer públicamente aunque probablemente no entienda el idioma en el caso de que llegara a leer esto algún día. O sea, para él yo era también un perfecto desconocido y el tipo me abre las puertas de su casa, me pone un plato de comida y me lleva de allá para acá a conocer los mejores lugares de la zona (que por cierto, me hubiera perdido de no ser por esta aventura). Realmente más mérito el de él que el mío porque yo estaba un poco jugado (bueno, en realidad no pero me negaba completamente a gastar una fortuna en una habitación lujosa) pero él no tenía ninguna necesidad de hacerlo y me dio una mano bárbara.

En fin, aguante la gente solidaria, aguante CouchSurfing y aguante Devidas, mi nuevo amigo en Portland.

De más está decir que le agradecí hasta el hartazgo y que insistí un número de más de 2 cifras de veces que se pegue una “escapada” a Barcelona así le puedo devolver el favor.

En definitiva... una historia un poco larga pero que creo que merece ser contada.

Un abrazo SOLIDARIO a todos.

Yo.