martes, 28 de octubre de 2008

Parientes cercanos
Es muy difícil describir ciertas cosas relacionadas al parentesco. Por una parte, está muy clara la relación que tenemos con la tía Cristina porque es alguien a quien de vez en cuando ves, le contás tu vida... te cuenta la de ella y así vas regando la plantita. Por otro lado... ¿qué pasa cuando te encontrás con un pariente del que casi no te acordás porque la última vez que lo viste tenías 5 años? ¿Existe todavía un lazo? A los efectos prácticos... ¿es todavía un pariente o el tiempo hizo prescribir ese título y ahora es poco más que un desconocido?
Todas esas dudas me rebotaban en la cabeza (del lado de adentro) cuando me bajé del tren en Newark y llamé por teléfono a mi tío Marcelo, que hace ya casi veinte años cuando se acuesta ve por la ventana las luces de Nueva York.
Nos reconocimos gracias a las fotos que habíamos intercambiado por internet últimamente y nomás subirme al coche ya estábamos camino a una fiesta argentina charlando como si no nos viéramos hace un par de años, a lo sumo. Al llegar conocí a su esposa Nancy y a sus hijos Sofía y Alex, con los cuales terminaría, al cabo de pocos días, sintiéndome dulcemente vinculado.
Alex no sólo le cedió por una semana su habitación a una persona que él no había visto en su vida. Nancy no sólo trató a ese mismo como si fuera más que un sobrino: una mezcla entre amigo e hijo... incluso le cocinó. Sofía no sólo terminó dándole besos con una sonrisa e intentando aplicarse para hacer la tarea. Marcelo no sólo se pidió todos los días en el trabajo para acompañarlo adonde él quisiese. No. No fue sólo eso. Además, todos lo trataron como si lo conocieran desde siempre. Todos le brindaron cariño, compañía y confianza... porque sí.
Me fui quedándome en deuda con esta familia parte de mi familia, esperando alguna vez tener la oportunidad de devolverles esto de alguna forma.
Independientemente de la sangre... no todo el mundo tiene la capacidad de hacerte sentir así de bien.
Gracias, de verdad.

jueves, 9 de octubre de 2008

En negrita.
Me levanto con una sonrisa, y me voy a trabajar archi feliz. Vuelvo más contento que perro con dos colas para pasar una tarde en mi casa o dando vueltas por ahí riéndome a carcajadas. A la noche ceno en casa o como afuera... no importa. Eso si: siempre con la sonrisa instaurada y la carcajada a mano. Despues me voy a dormir y me siento en lo más alto del mundo.
Los fines de semana siempre hay un plan, y siempre termina saliendo mejor de lo que imaginaba. A veces es ir a una ciudad desconocida, o a ver un poco de naturaleza. Hay un denominador común: lo hago con ilusión y me siento afortunado de que vaya a quedar guardado como un recuerdo compartido.

Hey, vos... muchas gracias por escribir en mi día a día cosas en negrita durante esas dos semanas ;)