lunes, 26 de septiembre de 2011

La más vieja y mágica


La Librería de Ávila, que antes se llamaba Librería del Colegio, es la más vieja y mágica de la ciudad. La visito cada vez que estoy de paso por Buenos Aires y siempre termino quedándome horas sin acabar de decidirme entre volúmenes viejos y best sellers recién salidos del horno.

Para ir al sótano, que parece más una pequeña biblioteca de universidad que una librería, hay que bajar por una escalera y rozar con el hombro una foto de Evita comprando libros allí mismo. Según la Wikipedia, también eran clientes Borges, Bioy Casares, Roberto Arlt, Leopoldo Lugones, Sarmiento, Mitre y Avellaneda.

Esta mañana recibí un mail del Negro Vera diciéndome, con la alegría perpetua que no sé de dónde saca, que me había hecho el enésimo favor desde que somos amigos. Lógicamente, lo primero que se me ocurrió fue empezar este post con "A partir de hoy, 'El secreto sumergido' está a la venta en Buenos Aires en la Librería de Ávila.".

Tardé un segundo en reparar las dos injusticias:

A partir de hoy, gracias a un amigo inmenso, 'El secreto sumergido' está a la venta en la librería más vieja y mágica de Buenos Aires.


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domingo, 19 de junio de 2011

Harry Potter, ¿la viste o la leíste?

Cuando algún australiano me pregunta si leí Harry Potter, yo le respondo:
-No, pero la escuché.
Entonces puedo leer en su cara de pena la frase "Pobrecito, todavía no se acostumbra a hablar inglés", y se apura a corregir:
-La viste habrás querido decir. Viste la película, ¿no?.
-La escuché. ¿En qué hablo yo, en chino?
Cinco minutos más tarde, tocándome por momentos las orejas con las manos, lo tengo convencido de que cuando digo escuchar, quiero decir escuchar. Entonces el conocido de turno entiende que me refiero a un audiolibro y me mira como se mira a un traidor, sin entender cómo alguien que se considera un lector puede haber caído tan bajo. Algunos agregan con la mirada: "y además, Hary Potter".
Yo antes también era un purista. Ahora escucho a Harry Potter todas las mañanas.
Me encanta el paralelismo. Quizás sea una secuela de los tres años en Barcelona, aunque yo creo que viene de antes. Descubrir que puedo hacer algo durante la media hora que paso cada día solo frente al volante, lo reconozco, me tranquiliza.
Básicamente un audiolibro es una grabación muy larga en la cual alguien con mucha pasión o algo de guita de por medio, lee en voz alta un libro de cabo a rabo. Es la versión adulta de tu mamá leyendote un cuento antes de ir a dormir. Hay, como diría un filósofo contemporáneo que Gere, Mariam y esa banda recordarán, "de las buenas, y de las otras": algunas mamás modernas leen así...

...y otras, así...

La cosa, por supuesto, tiene sus desventajas. Por ejemplo, no nos ayuda a aprender gramática ni ortografía. Para mí, lo peor de un audiolibro es que rebobinando para releer una página podés terminar abajo de un camión. Por eso escucho Harry Potter y no a Dickens (por eso y porque soy de best-seller fácil).
Como ven, no es perfecto, pero es una buena forma de aprovechar el tiempo, ese recurso tan limitado del que todos queremos, casi nadie tiene y cuando nos hacemos con un poco de él, se nos escurre entre los dedos. Sin ir más lejos, en un ratito, giraré la llave para arrancar a Paco (nuestro auto bicolor) y una mujer con fuerte acento madrileño retomará, exactamente desde donde dejó esta mañana, la lectura de Harry Potter V. Ya lo estoy por terminar, así que ya tengo a bordo el CD con el próximo: "El informe pelícano" de John Grisham. Será el octavo.
-¿Cuánto te dura un audiolibro? -me preguntó el oficial Debarnot una tarde calurosa en el mítico Panxot.
En ese momento no supe contestarle, pero a este post vine preparado: "La sombra del viento", por ejemplo, dura 19 horas. A media hora por día los días de semana, son casi dos meses. En promedio, seis libro por año. No me digan que no es mejor que las noticias, que son todos los días lo mismo, o el unplugged de Ricky Martin (que, aunque es un discazo, termina cansando).
Pruébenlo, amiguitos. Háganme caso, que no se van a arrepentir. Materiales necesarios: un reproductor de CD o MP3 (agregar cassete adaptador para autos con pasacasé), una conexión a internet y un parche en el ojo. Paso uno: elijan un título. Paso dos: escúchenlo en los momentos en que normalmente pondrían la radio o música. Paso tres: me cuentan qué tal.
Eso sí, un consejo importantísimo a la hora de elejir qué escuchar: nunca, bajo ninguna circunstancia, se bajen uno que no especifique claramente "Voz humana". Podrían terminar con diecinueve horas de algo así:


¡Un abrazo!

martes, 7 de junio de 2011

Todo un acontecimiento

Javier Giménez Sasieta es un escritor vasco que decidió autopublicar su primera obra apostando fuerte al formato eBook. "El acontecimiento" es un interesantísimo techno-thriller que gira en torno a un descubrimiento científico capaz de "remover los cimientos de la sociedad tal y como la conocemos". El día que leí el primer capítulo, disponible en la página web de la novela, pensé que me encantaría charlar sobre su experiencia como escritor "primerizo". Suerte que estamos en el siglo veintiuno y no me tuve que tomar un avión a Bilbao para conversar con él.


CRISTIAN: Considero que haber terminado de escribir un libro es un logro muy importante para cualquier persona, porque uno ve la forma final de un manuscrito en el que ha estado trabajando por muchísimo tiempo (en mi caso, un año y medio). Pero resulta que poner ese punto final no es más que el comienzo. La pregunta que iba cobrando importancia a medida que editaba y pulía los últimos detalles de la novela era ¿y qué hago yo con esto ahora?. Mi primera reacción fue enviar el manuscrito entero a direcciones de correo tipo info@unagraneditorial.com. Luego, leyendo y preguntando, me enteré así no iba la cosa.

Parece que lo primero que hay que hacer es conseguir un agente. Para eso hay que mandar correos a agencias literarias comentándoles sobre el libro que uno ha escrito y preguntándoles si les interesaría leer unos capítulos de ejemplo. Si te dicen que sí, puede que tras leer lo que les envíes te soliciten el manuscrito completo. Si les gusta, aceptarán representarte, lo que significa que serán ellos los que intentarán vender el libro a las editoriales, a cambio de una comisión.

A mí todo esto me parecía demasiado complicado. En primer lugar porque vivo en Australia y quería publicar en Argentina o en España, pero sobre todo porque no conozco a nadie en el ambiente. Pero bueno, así y todo envié mails a varias editoriales y agencias, recibiendo en cada caso respuestas negativas, si es que había respuesta. ¿Tu comienzo fue parecido?


JAVIER: Bastante parecido. Al igual que tú, mandé decenas de E-Mails a editoriales y a agentes. Y del mismo modo, recibí negativas o silencios. Sin embargo, sí que obtuve propuestas de editar bajo la fórmulas de copago. Básicamente, eso es que el escritor corre con una parte o la totalidad de los gastos de edición. A cambio, la editorial lo corrige, lo maqueta y lo imprime.. Se supone que también lo distribuye y lo publicita, aunque la verdad es que todo el mundo dice que este tipo de editoriales suele pasar bastante de los libros. Una vez cobra, se desentiende. El mundo editorial es una jungla en la que publicar no es solo una cuestión de calidad, sino de perseverancia y de suerte. De mucha suerte. Los libros que acaban en las estanterías de las librerías son apenas el 1% de lo que se escribe. El 99% restante está llamando a las puertas de las editoriales... o apostando por la alternativa.

De modo que andaba yo deprimido porque nadie quería editar mi novela, o me querían cobrar por ello, cuando se presentó ante mí la alternativa perfecta: Amazon. Ellos ofrecen la posibilidad de editar cualquier libro en formato E-book a coste cero, y con una audiencia potencial enorme. El juicio lo determina el mercado. Si un libro vale, acabará vendiéndose. Si no, la gente no lo comprará. El método democrático. Probé, y la verdad es que el resultado está siendo fantástico.

Como autor novel, al escribir siempre tengo presente una premisa: que la novela sea interesante. Que tenga ritmo, agilidad, que sea trepidante. Si tenía que sacrificar profundidad o descripciones de escenarios, lo hacía... siempre procurando, por supuesto, mantener un equilibrio. Nadie tiene la clave del éxito de una novela, pero desde luego, yo tengo bastante claro que la regla de oro es no aburrir. Por supuesto, depende mucho de la temática y del género, y siempre hay subtramas u objetivos secundarios, pero nunca hay que confundir lo principal con lo accesorio.

En tu caso, ¿qué querías transmitir con tu novela?


CRISTIAN: El objetivo número uno era exactamente igual al tuyo: entretener al lector. Cuando alguien me cuenta que la leyó en dos o tres días me emociono y ya no necesito que me diga nada más. También me interesaba retratar la vida en la Patagonia, de la cual la gente que no es de ahí sabe muy poco. En definitiva, intenté brindar una buena historia que te invite a seguir leyendo, que no te aburra. Para mí, ésa es la esencia del thriller, y es ése el tipo de libro que a mí me gusta leer.

Avancemos en cámara rápida hasta el momento de darle por primera vez tu trabajo a alguien para que lo lea. En mi caso fue mi novia y tuve la gran suerte de que resultó ser implacable y me devolvió el primer borrador todo rayado con frases como "¿esto es necesario?", o "cliché", o cosas así. Luego le tocó el turno a la familia y varios amigos (algunos de ellos con profesiones relacionadas a la literatura) que también me hicieron devoluciones muy útiles, llenas de sugerencias, destacando errores y comentando las partes que no les gustaban.

Y este es un punto delicado con las autopublicaciones, ya sean en papel o electrónicas: el manuscrito no está obligado a pasar por el filtro de los "lectores profesionales". Incluso Amanda Hocking, la autora que se hizo famosa por vender millones de libros autoeditados para Kindle, está de acuerdo con que algunas de sus novelas no estaban lo suficientemente corregidas a la hora de publicarse. Lo ideal sería contratar a un corrector antes de autopublicar, pero ¿quién puede permitirse algo así?

¿Cuál fue el camino que siguió "El Acontecimiento" desde que decidiste que ya era hora de compartirlo con alguien hasta el momento de publicarlo en Amazon?


JAVIER: En mi caso he ido compartiendo el libro poco a poco con mis hermanos, que también son escritores noveles (aunque uno ha publicado ya un par de novelas, y otro varias antologías de cuentos). De modo que les iba pasando de cien en cien páginas, y ellos me daban su opinión sobre aspectos de la trama (solemos comentar poco el estilo): si la historia decaía, si los personajes flojeaban o si había situaciones poco entendibles.

Como en realidad los tres hermanos hemos empezado a escribir más o menos a la vez, lo cierto es que ellos también me iban pasando por trozos sus novelas y cuentos para que les echara un vistazo. Así que era una especie de "totum revolutum". Había veces que nos juntábamos un fin de semana con un montón de comentarios que realizar sobre varias historias distintas, y los debates y discusiones se alargaban bastante. Luego, evidentemente, cada uno hacía lo que creía conveniente con su historia, pero al menos teníamos una alerta temprana sobre posibles problemas de la trama. La verdad es que ha sido un proceso muy divertido, y creo que con este sistema hemos conseguido crecer como escritores de un modo rápido. Aunque evidentemente (al menos en mi caso, yo soy el más joven), aún me queda mucho por aprender. Pero sobre todo, el hecho de comentar lo que vas escribiendo, ponerlo en común, criticarlo... en definitiva, debatir -e influir- sobre novelas en desarrollo ha resultado ser muy muy entretenido.

¿Me puedes hablar algo de la acogida que está teniendo tu novela? (dónde se vende, si has hecho presentaciones, qué planes tienes para su venta, que tal le está yendo, cómo la promocionas... y qué tal ha sido, en general, la experiencia)


CRISTIAN: La acogida en Puerto Deseado, que es el pueblo donde se desarrolla la historia, fue excepcional. Lo más increíble que me ha pasado hasta ahora es que una escuela de mi pueblo eligió el libro para que lo lean sus alumnos. Eso estaba completamente fuera de mis expectativas.

La primera edición de 500 ejemplares que imprimí (de mi bolsillo) está casi agotada y se vendió, mayormente, en Puerto Deseado, que es donde se desarrolla la historia. El problema de esta vía tradicional de autopublicación es la distribución (sobre todo viviendo en Australia). Con la segunda edición intentaré abusar de la confianza de amigos que viven en varios puntos de Argentina para que me ayuden a colocar el libro en sus ciudades.

Además de la venta tradicional, hice una página web para poner la novela disponible a través de otros tres canales. El primero es la venta por internet dentro de Argentina: el comprador tiene que rellenar un formulario y depositar en mi cuenta bancaria el importe del libro. Además de que esto es engorroso, el problema es que los envíos en Argentina son más caros que el libro en sí. ¿Sabés cuántos libros vendí de esta manera? CERO. Y aquí creo que hay una lección para aprender: no alcanza con que el libro tenga buenos comentarios en facebook si no está disponible de manera fácil y barata.

Otra forma de venta es la impresión bajo demanda (yo me decidí por una empresa llamada lulu). Es un poco más cara que la impresión tradicional, porque los libros se van imprimiendo de a uno, a medida que la gente los compra. Sin embargo, es una forma de ponerlo a disposición de aquellos que lo quieren tener pero están lejos, allá donde tu cadena de distribución "a pulmón" no llega. Las ventas a través de este canal son simbólicas por ahora, pero el día que recibí la foto de un lector de México con el libro en sus manos, me convencí de que había valido la pena.

La otra forma de distribución, que parece que es el futuro, es el ebook. Por ahora las ventas son constantes pero bajas (si vendo tres en una semana, es una buena semana). Ojalá estos números aumenten conforme aumenta la cantidad de hispanohablantes que tiene lectores de libros electrónicos.

Para promocionar el libro creo que han sido fundamentales la página web y las redes sociales (que deben ser usadas con mesura para no molestar a los amigos). Aunque, si hablamos de eso, creo que vos con "El acontecimiento" tenés muchísima más experiencia en vender en el mercado digital. La página web de tu libro es genial, y hasta tiene un trailer en video. Por ahora sólo se vende en digital, si entendí bien. ¿Cómo te está yendo? ¿Cuál ha sido la manera más efectiva de promocionar el libro? ¿Habrá "El acontecimiento" en papel?


JAVIER: Hace un rato he visto en Amazon que he vendido la copia 500 de la versión en E-Book de la novela. Lleva a la venta tres meses, de modo que el balance es muy positivo. La verdad es que cuando lo puse a la venta, no esperaba que tuviera tan buena acogida, especialmente si tenemos en cuenta que mis lectores son gente desconocida y con quienes no tengo ninguna relación.

En cuanto a la promoción, es el gran caballo de batalla de los autores independientes. Requiere de trabajo y de constancia, algo que no siempre está a nuestro alcance, ya que como cualquier otra persona, tenemos nuestro trabajo, nuestros compromisos, nuestro ocio... y además nuestra escritura. Compaginar todo esto con labores de promoción es bastante difícil, sobre todo porque no hay un sistema claro de promoción que podamos seguir. No hay referencias, ni experiencias previas. Nadie sabe qué es lo que funciona en el marketing y publicidad de E-books. De modo que todo se reduce al viejo método: Prueba y error. De momento, no he identificado ningún "one thing", que dirían los Americanos, que impulse claramente las ventas. Es una mezcla de todo: web, portada, sinopsis, blog, críticas, Facebook, amigos, ventas previas... ¡vender siempre es lo más difícil!

"El Acontecimiento" ya está disponible en papel para cualquiera que quiera comprarlo en cualquier parte del mundo. A través de Amazon, se puede adquirir la novela y recibirla en casa en un plazo aproximado de dos semanas, a un coste razonable (En torno a 15 Euros/20 Dólares). Además, tengo varias editoriales interesadas en editarlo en España, de modo que en Octubre "El Acontecimiento" estará en las librerías españolas.

jueves, 7 de abril de 2011

De vuelta

Han pasado tantas cosas en este último mes que me siento como si me acabaran de centrifugar en un lavarropas. Ir a Argentina siempre significa sensaciones fuertes: reencontrarme con familia, amigos y el paisaje con el que me crié. Esta vez, sin embargo, todo fue más intenso. Mucho más intenso, y no por casualidad. No señor, hubo varios factores hucieron que fuera así.

Factor Marta y "otra Trini": esta vez, además de Trini (que fue conmigo como las dos veces anteriores) también se sumaron Marta y Trini Madre. Nos encontramos con ellas en el aeropuerto de Ezeiza después de perder la cuenta de los retrasos de Aerolíneas Argetinas y, tras los abrazos y besos pertinentes, nos dedicamos a recorrer tanto Buenos Aires como es posible en un día y medio. Me arriesgo a decir que hicimos un trabajo insuperable.
Fue muy lindo poder ver a nuestras familias juntas, bajo el mismo techo, sentadas a la misma mesa, o en el mismo barco haciendo una excursión por la ría. Fue precioso que Marta sacara cien mil fotos y que Mariana le hiciera la misma cantidad de consultas médicas. Y lo mejor de todo fue mi mamá que, adelantándose al matrimonio, presentaba a su "consuegra" a troche y moche.


Factor Mía: nunca imaginé que tener una sobrina podía ser tan lindo. Cuando fuimos hace dos años acababa de nacer, así que sus funcionalidades eran bastante limitadas. En el mundo de la telefonía celular vendría a ser el equivalente a un Motorola Tango, o "ladrillo". El año pasado ya era un Nokia C115, que mandaba mensajes de texto cortitos y, si bien te permitía comunicarte, la interfaz era un poco precaria. Ahora, sin embargo, es un iPhone de última generación: comunicación ilimitada, entiende cuando le hablás y tiene una memoria impresionante. Comparaciones aparte, es difícil explicar lo que se siente cuando una personita de cuatro palmos de altura te dice "tío, te amo" (que ella pronuncia "te iamo").


Factor libro: por si quedara alguien sin enterarse, publiqué una novela. Ya me expanderé sobre este tema en el próximo post, pero por lo pronto quiero decir que superó todas las expectativas que tenía antes de la presentación. Más allá de que los medios de comunicación me dieron un montón de bola y que el museo me cumplió el sueño de dejarme hacer la presentación ahí, el cariño que recibí de la gente es indescriptible. El número de personas que me dieron un beso, un abrazo o una palabra de aliento durante el mes pasado es mayor que en todo el resto de mi vida.


En fin, muchachos... todo eso sumado a la alegría de reencontrarme con mi familia y los amigotes de siempre, teniendo a su vez a mi lado a Trini, hicieron que éste fuera, más que nunca, un viaje inolvidable.
Marzo de 2011 fue el mejor mes de mi vida. Por eso se hace difícil estar de vuelta.

sábado, 11 de diciembre de 2010

El mate es una joya

Estos días anduve por Nueva Zelanda. Fui a una conferencia en Christchurch, la ciudad más grande de la isla del sur, y lo más interesante del viaje es que nadé con delfines en libertad. Pero de eso hablaré en otro post, más adelante (ya explicaré por qué).
Hoy me siento escribir para contarles, una vez más, acerca del mate. En dos posts anteriores (éste y éste), ya he tocado el tema de cómo se ve el mate en otros países y qué piensa la gente al respecto. Sin embargo lo que me pasó esta vez jamás lo podría haber imaginado.
Voy caminando por Christchurch y me encuentro un cartel en el medio de la vereda que dice “Yerba maté in store now” (algo así como "Ahora tenemos yerba mate"). No sé por qué el acento en la e, debe ser porque queda más exótico todavía. En fin, veo el cartelito y dudo acerca de sacarle una foto. Pensé que ya estamos en el siglo XXI y que a nadie le sorprende que se venda yerba en otros países. La globalización y todo eso.
Pero al final un impulso me hizo sacar la cámara, y otro me obligó a entrar y preguntar el precio. Era un multirubro pequeño, de esos que venden lápices, bebidas energéticas y mapas políticos por igual. Le pregunto a la señora que atiende cuánto cuesta la yerba mate y me mira con cara de no entender nada. Debe ser mi acento, pienso, o su oído, porque ella es china. Le pregunto de nuevo, más despacio y pronunciando “ierba matei”, para anglonizarlo un poco, pero su cara de póker no cambia.
Entonces reprimo mis ganas de cazarla del brazo y arrastrarla hasta el cartel. Me calmo y me culpo. No lo estarás pronunciando bien, me digo, y me limito a señalar con el dedo y preguntarle si tiene eso que hay escrito en el cartel en la vereda.
-¡Ah, no! –me dice- Eso es de la joyería de al lado.
-Excuse me, ¿joyería?
-Sí, sí, ¿no ves que el cartel tiene el logo y el nombre de la joyería?
-Ah, no me había dado cuenta. Discúlpeme –le digo, y me voy.

A la izquierda el almacén, a la derecha la joyería.
Me acerco al cartel, para asegurarme de que no era el día de los inocentes chino y la mujer me estaba tomando el pelo, y compruebo que, efectivamente, corresponde a la joyería. Miro por la vidriera y veo un montón de anillos de oro, unas piedritas que me imagino serían diamantes, y muchas otras cosas chiquitas, brillantes y caras. Pero de la yerba no hay rastro.
Me meto, tímido, y le pregunto al que me atiende si el cartel de la yerba mate (solo él sabe cómo lo pronuncié esta vez) era de ellos. Me dice que sí, y pone sobre el mostrador una caja de cartón, tapando toda la sección de alianzas de matrimonio. Había dos mates, tres bombillas y cuatro paquetes de yerba, todos de un kilo: Taragüí, Rosamonte, Canarias (uruguaya) y una brasilera que no me acuerdo el nombre.
-¿Y cómo es que una joyería termina vendiendo esto?
-El hermano del dueño fue a Sudamérica y se trajo unos paquetes. Al dueño le gustó y ahora toma todo el día. Y como en esta ciudad no hay nadie más que la venda...
-¿Y quién la compra?
-Gente de Sudamérica, en general –me dice, y me mira con una expresión que traduzco como “¿me vas a comprar o para qué carajo viniste?”.
-Muchas gracias, che –le digo, “che” lo pronuncio igual, porque no lo va a entender de ninguna forma. Y me voy.
Al final no le pregunté cuánto costaba porque, al fin y al cabo, no tenía intenciones de comprarle. Además, sabía de antemano que la vendían como si fuera oro.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Una postal de Puerto Deseado

Literal. El otro día mientras buscaba no se qué en ebay, puse "Puerto Deseado", y apareció esta postal. No me la compré porque vale 35 dólares, pero me descargué las fotos del anuncio.
Para los que nunca estuvieron en el pueblo, está tomada del lado habitado de la ría. En frente (detrás de la cabeza del hombre con sombrero a punto de bajarse) se ve, diminuta, la piedra Toba: una enorme piedra con forma de horqueta que es todo un símbolo para los deseadenses.


La postal tiene el sello del correo de Puerto Deseado del día 18 de agosto de 1921 y está dirigida a José Imelio, con dirección en Italia 1338 de la ciudad de "Rosario de Santa Fé". Intenté transcribir lo que dice en el dorso, pero algunas cosas no las pude descifrar del todo. Así que si alguien tiene ganas y tiempo, me puede ayudar con lo que está en negrita:
Estimado amigo Don José Imelio
Hace varios meses hablé con M. Figallo y me dijo que han viajado juntos en vapor por -Italia-. Yo siempre viajo y cada vez, con mejor resultado para la casa. Saludos cordiales para Ud y familia.
Amb Ravaschuy
Me pregunto qué pasaba por la mente de los que en ese momento desembarcaban, quizás para empezar una nueva vida huyendo de una Europa destruida, o probando suerte en un lugar lejano de su propio país. Seguramente alguno de todos esos es el abuelo o bisabuelo alguien que hoy camina por Puerto Deseado.
Con suerte, alguien sin prejuicios en contra de quienes  no son del pueblo "de toda la vida" :)

jueves, 14 de octubre de 2010

Gran viaje gran (4 de 4)

Última entrega de este espectacular viaje, señores.
Nos despedimos de Coober Pedy con lágrimas en los ojos (no de tristeza sino de tanto polvo) y encaramos el tramo más monótono del viaje: casi ochocientos kilómetros de nada absoluta, ni siquiera un mísero canguro vimos.
Eso sí, camiones, los que se te ocurran. Acá tienen los que llaman road trains (trenes de carretera) que vienen a ser unos camiones enormes con hasta cuatro acoplados. La mayoría de los que nosotros nos cruzamos llevaban ganado (vacas), pero aparentemente los hay de todo tipo y color.

Un road train posando detrás mío.
Y así se pasaron esas ocho horas o más: mucho road train y alguna que otra parada para cargar combustible, comer o hacer pipí.
Cuando según nuestros mapas faltaba poco para llegar, apareció en el horizonte lo que sería la coronación de nuestro viaje: Uluru o the rock, que es como la llaman los australianos.

Típica foto de emocionados que no pueden esperar a tenerlo cerca (Trini continúa con las drogas).
Al llegar al cámping, unos que estaban acampados enfrente nuestro se me acercaron y me preguntaron cómo había hecho para traerme tres chicas al campamento. Obviamente, no le revelé el secreto, ni siquiera cuando me recomendó que no nos perdiéramos el amanecer en "The Olgas", que es la única otra formación rocosa de por esos pagos.
Fuimos, y fue precioso. En las fotos no se puede apreciar la roca iluminándose poco a poco conforme el sol asoma en el horizonte. No alcanza con decirlo, pero es hermoso.

Valió la pena levantarse a las cinco de la mañana.

Por un error de comunicación, Ana entendió Antártida en lugar de Australia.

Dedicamos el resto del día a caminar alrededor de Uluru, un paseíto de cuatro horas largas que valió la pena cada paso de los once kilómetros. La roca por momentos parece un tobogán de un parque acuático, luego unas cuevas te hacen acordar de la boca de un enorme tiburón, e incluso una parte tiene un aire al perfil de Maradona.

Diego estampado en Uluru (lo recordaba más parecido).

Festejando los once kilómetros.
Al día siguiente queríamos hacer una caminata con un guía aborígen, pero se suspendió porque llovió a cántaros (al final es como yo digo, desierto las pelotas. ¡Un momento! A lo mejor Ana no estaba tan errada con el atuendo).
Poniéndonos serios un segundo, el tema de los aborígenes es delicado. El gobierno les devolvió las tierras donde está Uluru (al que ellos consideran sagrado) a cambio de un contrato para que ellos, el gobierno, lo administrase durante 99 años. Te lo devuelvo pero me lo quedo un siglo más.
Hay una especie de tensión, por ejemplo, con el tema de escalarlo. Los visitantes pueden subir a la cima de la piedra si las condiciones climáticas lo permiten pero son avisados de que los aborígenes lo consideran una ofensa. Es decir, que el turista sin comerla ni beberla se encuentra entre la espada y la pared pensando "tengo la posibilidad de subir uno de los monolitos más emblemáticos del mundo, pero al hacerlo estaría ofendiendo a gente que lo considera sagrado". Y las balanzas de cada uno pesan distinto. En nuestro caso no hubo decisión que tomar porque estaba cerrado por fuertes vientos, aunque no lo hubiéramos escalado.
Otro tema son las adicciones. Para comprar alcohol en el pueblo uno tiene que tener un pase que se obtiene al hospedarte en un hotel o un camping. No se le vende alcohol a los aborígenes. Pero lo más curioso es el combustible que se usa en esa zona, llamado Opal, que está diseñado para que no sea inhalable (mejor dicho, para que al inhalarlo no tenga efectos narcóticos). También venden del otro, pero tenés que pedir una llave dentro de la estación de servicio para destrabar el surtidor.
Estos temas fueron quizás el único pequeño sabor amargo que me dejó el viaje. Australia está considerada parte del primer mundo pero tienen en el centro gente a la que ignoran tanto como nosotros a los nuestros. El blanco no quiere al negro por vago y primitivo, y el negro no quiere al blanco por invasor y destructor. Y así va el mundo.
Devolvimos el coche en el aeropuerto, 3060 kilómetros más tarde que el primer día.
Analía, Ana y Trini, gracias. Fue un placer.

Cuarto y último día (de coche)