Cruda, la carne es es más oscura que la de vaca o cordero y no tiene casi grasa. Compramos unas brochettes que ya venían adobadas así que todo lo que había que hacer era echarle sal y meterle fuego. Yo fui el encargado de cocinar porque Trini, al ver que funcionaba internet después de seis días de incomunicacion, se esfumó (no la culpo).
Pensé por un momento en hacerlo en la barbacoa pero me pareció demasiada innovación, así que me incliné por una sartén antiadherente. Eché primero un chorro de aceite de oliva marca "La Española" (made in Australia) y cuando estaba todo bien caliente metí la carne. Ya no había vuelta atrás.
Sé que queda mal que lo diga yo, pero lo voy a decir yo: me salió espectacular. Estaba en su punto justo, dorado por fuera y jugoso por dentro. Se apreciaba claramente ese sabor fuerte y dulzón que denominaré a partir de ahora "típico marsupial". Acompañé mi nueva especialidad con una ensalada de tomates cherry, lechuga y pepino. En las fotos se puede ver cómo el australiano a la hora de cenar se decantó más por la pizza de toda la vida.
La excentricidad continuó con el postre: coco. Si estás pensando "y a este quién le dijo que el coco es exótico" te tengo que responder con un "me extraña araña que siendo mosca no me conozca" porque, obviamente, no te hablo de un coco cualquiera. No señor, te estoy hablando de un "drinking coconut" (coco bebible). Digamos que es un coco adolescente, antes de transformarse en el que todos conocemos.
A Trini no le gustó nada, así que prefirió buscarle usos alternativos. Para mí el jugo estaba muy bueno pero me parece que lo de comerse la pulpa era opcional (lo hice más que nada para amortizar ese dólar con noventa y ocho).

